Carta a los Judios - A los Hijos Primogenitos

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Carta a los Judios

Carta a los Judios - A los Hijos Primogénitos

A los Hijos Primogénitos de unos Hijos no Primogénitos:

Hermanos Judíos, amamos, alabamos y bendecimos al Dios de Abraham, Isaac y Jacob; y estamos agradecidos a los hijos de Israel, los hijos primogénitos de Dios, que nos han enseñado, que nosotros también somos hijos del mismo Padre; que somos sus hijos no primogénitos. “Entonces dirás a Faraón: "Así dice el SEÑOR: 'Israel es mi hijo, mi primogénito” (Exo 4:22)

 

Sabemos por la Ley, salida de Sion, que la paz vendrá primero a Israel, cuando se cumpla el Pacto:” Si andan en Mis estatutos y guardan Mis mandamientos para ponerlos por obra, Yo les daré lluvias en su tiempo, de manera que la tierra dará sus productos, y los árboles del campo darán su fruto. Ciertamente, su trilla les durará hasta la vendimia, y la vendimia hasta el tiempo de la siembra. Comerán, pues, su pan hasta que se sacien y habitarán seguros en su tierra. Daré también paz en la tierra, para que duerman sin que nadie los atemorice. Asimismo, eliminaré las fieras dañinas de su tierra, y no pasará espada por su tierra” (Lev 26:3-6). Y esperamos con verdadera ansia y simpatía, que en Israel se cumpla el Pacto, porque esa también es la paz plena y la prosperidad, que queremos y esperamos para todas las naciones.

En esta hora próxima de los días postreros, fraternalmente, los hijos no primogénitos les pedimos nos permitan, en lo que estuviera en nuestras posibilidades, ayudarlos a terminar de cumplir con el pacto; particularmente en la parte que pareciera no estar concluida, por cuanto en Israel todavía se encuentran muchos hijos de Dios, desposeídos con necesidades urgentes de alimentos, ropa, vivienda y otras necesidades primarias, sin importar raza o religión; cuyo clamor llega a Dios, especialmente el de los llamados “extranjeros residentes”. Asimismo, aún llega a Dios el clamor de algunos de sus hijos por maltratos discriminatorios. y mientras llegue a Dios el clamor de cualquiera de sus hijos, en la tierra prometida, es que todavía no se ha cumplido el Pacto que hiciera el Señor de los Ejércitos con sus Hijos Moisés y el pueblo escogido.

La paz total, dicen los sabios judíos, solo se puede conseguir con la misericordia de Dios. Y con razón el profeta Isaías comunica de parte del Señor de los Ejércitos, realizar o sembrar acciones de bondad y misericordia, para que el pueblo de Israel pueda cosechar la infinita misericordia de su Padre Altísimo, para conseguir la paz.

Hemos aprendido por la palabra de Dios, que sale de Jerusalén, que nuestro Padre, con mucho amor, todos los días nos envía la luz de su misericordia; pero las nubes oscuras de egoísmo, indiferencia y discriminación, que cubren nuestras cabezas no nos permiten captar y aprovechar plenamente esa infinita misericordia. Para despejar esas nubes oscuras, nos dice el sabio profeta judío, que rimero nosotros debemos hacernos misericordiosos con nuestros hermanos necesitados y luego recibiremos y aprovecharemos en forma total la misericordia de Dios. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia” (Mat 5:7).

Por boca del profeta Isaías, Dios sintetizó lo necesario para que el pueblo de Israel cumpliera con el Pacto. Y este es parte del Poema que el Profeta pronunció, para orientar al Pueblo Escogido y para luz de la humanidad (Isa 58:2-12):

“Con todo me buscan día tras día y se deleitan en conocer mis caminos, como nación que hubiera hecho justicia, y no hubiera abandonado la ley de su Dios. Me piden juicios justos, se deleitan en la cercanía de Dios.

“Dicen: ‘¿Por qué hemos ayunado, y tú no lo ves? ¿Por qué nos hemos humillado, y tú no haces caso?’ He aquí, en el día de vuestro ayuno buscáis vuestra conveniencia y oprimís a todos vuestros trabajadores.

“He aquí, ayunáis para contiendas y riñas, y para herir con un puño malvado. No ayunéis como hoy, para que se oiga en lo alto vuestra voz. 

“¿Es ése el ayuno que yo escogí para que un día se humille el hombre? ¿Es acaso para que incline su cabeza como un junco, y para que se acueste en cilicio y ceniza? ¿Llamaréis a esto ayuno y día acepto al SEÑOR?

“No es antes el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, deshacer los haces de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, ¿y que rompáis todo yugo?

“¿No es que partas tu pan con el hambriento, y recibas en casa a los pobres sin hogar; ¿para que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu semejante? 

“Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.

“Entonces invocarás, y el SEÑOR responderá; clamarás, y El dirá: "Heme aquí." Si quitas de en medio de ti el yugo, el amenazar con el dedo y el hablar iniquidad,

“y si te ofreces al hambriento, y sacias el deseo del afligido, entonces surgirá tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía.

“Y el SEÑOR te guiará continuamente, saciará tu deseo en los lugares áridos y dará vigor a tus huesos; serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan.

“Y los tuyos reedificarán las ruinas antiguas; levantarás los cimientos de generaciones pasadas, y te llamarán reparador de brechas, restaurador de calles donde habitar.”

Con esta orientación, en muchas naciones estamos promoviendo las acciones de misericordia indicadas al profeta Isaías; acciones de ofrenda a Dios para captar plenamente su misericordia y conseguir la paz en la nación propia y en la nación de Israel. Pero el golpe de gracia contra el egoísmo, la indiferencia y la discriminación, será la que den los hijos primogénitos en la tierra recibida por Josué, y luego obtendrán el cetro de la paz.

Entonces, las otras naciones, al ver la paz y prosperidad de Israel, entenderemos con el corazón, y no solo en el entendimiento, las enseñanzas de Moisés: “Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos tal como el SEÑOR mi Dios me ordenó, para que los cumpláis en medio de la tierra en que vais a entrar para poseerla. Así que guardadlos y ponedlos por obra, porque esta será vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos que, al escuchar todos estos estatutos, dirán: ’Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente’." (Deu 4:5-6).

Y cuando, como está escrito, en estos postreros días, el monte de la Casa del Señor sea establecida como cabeza de los montes; y subamos muchos pueblos, para que Israel nos enseñe acerca de sus caminos y andemos en sus sendas; les pedimos a nuestros hermanos los primogénitos, que, a todos los peregrinos, extranjeros y residentes; como siempre, nos traten como verdaderos hermanos, que lo somos. Así lo mandó el Señor:

“No oprimirás al extranjero, porque vosotros conocéis los sentimientos del extranjero, ya que vosotros también fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.” (Éxo 23:9)

"Cuando un extranjero resida con vosotros en vuestra tierra, no lo maltrataréis”. (Lev 19:33)

“Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que peregrinare entre vosotros; y ámalo como a ti mismo; porque peregrinos fuisteis en la tierra de Egipto: Yo Jehová vuestro Dios”. (Lev 19:34) 

“Y cuando habitare con vosotros extranjero, ó cualquiera que estuviere entre vosotros por vuestras edades, si hiciere ofrenda encendida de olor suave á Jehová, como vosotros hiciereis, así hará él.” (Num 15:14) 

“Un mismo estatuto tendréis, vosotros de la congregación y el extranjero que con vosotros mora; estatuto que será perpetuo por vuestras edades: como vosotros, así será el peregrino delante de Jehová”. (Num 15:15)

“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos tal como el SEÑOR mi Dios me ordenó, para que los cumpláis en medio de la tierra en que vais a entrar para poseerla”. (Deu 4:5) 

La paz está más cerca en la nación de Israel que en cualquier otra nación, porque los judíos tienen la fe en la Ley de Sion y en los profetas, en las promesas de Dios. Tienen la Ley en la conciencia de todos los días, y escrita con leras de su alma en el muro occidental de la explanada del templo. Y cuando la Ley de Sion y los profetas estén también en el corazón del pueblo judío, entonces, Dios ya no escuchará más una queja de olvido, indiferencia o maltrato de ninguno de sus hijos, naturales, extranjeros o residentes, en la tierra prometida; cuando ya no haya más un clamor de hambre o de frío, o de falta de techo, en la tierra que dio a su hijo Abraham; entonces se encenderá la antorcha del Mesías de Dios en Jerusalén, para iluminar al mundo. Y se abrirá la Puerta Dorada, para dejar pasar la misericordia de Dios que cubrirá con su luz dorada de paz a Israel, y luego a todos los rincones del mundo. Y: “Juzgará entre las naciones, y hará decisiones por muchos pueblos. Forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.” (Isa 2:4)

Jerusalén, diciembre de 2017

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